Otra vez se acaba. El 2014 ha sido un año muy corto para mí. De nuevo, doy las gracias por otro año más, lleno de magia e ilusión, de simpatía y amistad, de tristeza y enfado (porque también hay que admitir las cosas malas), de amor y emoción…
Cuando el reloj da las 12 en el 31 de diciembre, nos emocionamos, nos acordamos de los que no están, de los que sí, de los amigos y familiares lejanos, de los que se fueron, de los mejores momentos, de los peores, los mayores no se acuerdan de mucho, burbujas crunchys…
Las uvas no nos las podemos meter a la vez en la boca, ya lo sabemos, porque el intento es fallido.
Hay gente que odia el fin de año, otros a los que les gusta. A mí personalmente me encanta, porque es como si te renovaran el carnet, como si todos los errores marcados con bolígrafo fueran borrados con típex, que se nota, que lo recuerdas, pero el error no se cuenta, se medio olvida.
Aunque sea melancólico, es otra oportunidad para hacer borrón y cuenta nueva y ser altruista, amable, sincero y valiente, para hacer que estos días luminosos sirvan de faro para que al acabar las Navidades no nos choquemos con la roca de la pereza y dejemos de ser buenos, vuelta a la rutina.
Pues no, hay que dejarse guiar por el faro y evitar todas las rocas, bancos de arena y barreras de coral en las que podamos encallar.
Evita los escombros. Vive y sé feliz.
¡FELIZ AÑO 2015!